miércoles, 18 de noviembre de 2009

102.- Muú en el mar
El sonido tosco que produce el badajo de mi cencerro al golpear el latón despierta cada noche a los pastores que duermen en el redil. Alguno se hace el remolón, pero no tarda mucho en incorporarse porque los ladridos de Fugaz insisten sin misericordia. Cojo entonces mi vara y, con toques leves en sus piernas, les obligo a dirigirse hacia las barcas. Preparan las redes. Mi rebaño de pastores pescará hasta que abandone el cielo la última estrella. Yo, mientras tanto, me siento frente al mar hasta que regresan al amanecer, para ver todo el pescado que venderé más tarde en el puerto. Vuelven agotados.
Ya refresca y cubro mi cornamenta con un pañuelo. Sólo me levanto para devolver a los pastores a sus establos, golpeándolos con el bastón hasta hacerlos caer.

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