Me encontraba yo turisteando por España a pié (mi presupuesto solamente alcanzaba para cubrir dos comidas diarias), cuando, al doblar en una esquina, choqué accidentalmente con Dios.
-Perdón – me apresuré en decirle.
-¿Sabes cómo se llama esta calle? – me respondió en un susurro que evidenciaba una resaca descomunal de vino barato.
-Eeeeee... supongo. Mi mapa dice que…
-Sí, sí, sí. – Me interrumpió- Estás en lo correcto, ¿pero sabías que ese nombre se debe a que es aquí, en este preciso lugar, donde su tocayo viene a vagar cada cierto tiempo en busca de conquistas fáciles y amistades reciclables? Si quieres me invitas a una copa y te cuento los detalles.
Acepté. Supuse que, dadas las circunstancias, no me molestaría demasiado pasar hambre esa noche.
-Perdón – me apresuré en decirle.
-¿Sabes cómo se llama esta calle? – me respondió en un susurro que evidenciaba una resaca descomunal de vino barato.
-Eeeeee... supongo. Mi mapa dice que…
-Sí, sí, sí. – Me interrumpió- Estás en lo correcto, ¿pero sabías que ese nombre se debe a que es aquí, en este preciso lugar, donde su tocayo viene a vagar cada cierto tiempo en busca de conquistas fáciles y amistades reciclables? Si quieres me invitas a una copa y te cuento los detalles.
Acepté. Supuse que, dadas las circunstancias, no me molestaría demasiado pasar hambre esa noche.
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