jueves, 19 de noviembre de 2009

178.- Emigrante
Ayer viernes compré mi billete de autobús aunque el lunes no era día festivo y no volví a pisar tierra hasta media noche. “¡Cómo pueden llamarse ciudades las dos!” y había dejado ya muy atrás la estación. Fui caminando despacio con la mochila a la espalda, respirando humedad y sal. Me podrían haber tomado por vagabundo pero sabía muy bien cuál era mi dirección. Cuando uno ha vivido hasta los 24 años en Menéndez Pelayo has pasado necesariamente por sus calles próximas y en mi caso había habitado la calle del Sol, le había regalado mil recuerdos insignificantes que simplemente eran casi toda mi existencia. No llamé a ningún amigo, ni me fijaba en otros que caminaban también. Llegué a las dos o tres de la madrugada. No lo sabía porque no tenía reloj. Me senté en un portal para observar los edificios y por fin me quedé dormido.

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