jueves, 19 de noviembre de 2009

175.- HOMBRE BAR
El pasado está en sus ojos, se puede leer en sus párpados abultados que caen sobre unos ojos que conocen el mundo. En una época tuvo la mirada perdida, hasta que un día sostuvo entre sus manos un billete de barco para emigrar. ¿Quién iba a querer a un borracho? Lo único que siente es que pocos lo extrañaron, sus hijos fueron creciendo al cobijo de una madre que recibía mes tras mes, un dinero que le permitía subsistir. Creyó que el retorno sería su época dorada, olvidará, olvidarán. Ella nunca quiso volver, sigue sola, la acompaña una de las hijas. Y ahora está de nuevo en el bar, ahora vuelve a perdérsele la mirada. Atiende a los clientes desde detrás del mostrador, algunos lo invitan a una copa para brindar por los viejos tiempos, rehúsa. Es mejor ser el dueño, que un cliente. Eso se lo enseñó el tiempo.

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