jueves, 19 de noviembre de 2009

146.- SOLITUD
Saboreo en el paladar la última gota de mi tercera copa de güisqui con hielo, mientras con disimulo miro por enésima vez mi reloj de pulsera. Se ha hecho tarde, hace ya tres horas que es muy tarde.
Pero aguanto aquí sentada, sola en la barra, todavía no regresaré a casa para desahogarme, aunque me pique muchísimo la nuca. Coloco el recipiente vacío sobre el círculo de agua, esa marca húmeda nacida para burlarse de los posavasos.
Me pica la nuca porque sé que los imbéciles que se hallan sentados a mis espaldas se lo figuran desde hace rato. No pienso arrascarme, llorar, ni dar pie a sus cuchicheos, a sus burlas o a su innecesaria compasión.
El barman también me observa de reojo, aunque crea que no me doy cuenta. Sobretodo él, testigo principal de mi desgracia, parece saberlo incluso mejor que yo misma: me han dejado plantada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario