miércoles, 18 de noviembre de 2009

137.- TIEMPO CERO
Era una de tantas tardes de verano en el pueblo. El mismo camino cientos de veces recorrido, siempre acompañado de mis pensamientos. Esa vez había cerrado los ojos un largo instante, paladeando con todo el cuerpo una brisa sorprendente.
Y al abrirlos la vi.
Me miraba, y esa mirada me agarró por dentro. Y me comió los pensamientos. Los masticó pausadamente, y al hacerlo se deshacían. Y siguió masticando y tras los pensamientos cayó el después, y la pregunta, y la inquietud, y yo. Quedaron esos ojos, el zumbar de un abejorro que pasa, el calor coloreado, tantos aromas, todo moviéndose detenido…
Hasta que girando una oreja volteó la cabeza y el hocico diciéndome, con un vibrante mugido, que podía seguir mi camino.
Desde entonces cada vez que encuentro una vaca la saludo, esperando esa mirada que para el mundo…

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