jueves, 19 de noviembre de 2009

182.- VACARTE
Había tenido un mal día, un día realmente horrible para ser exactos, y me tumbé en la playa a descansar, a dejar la mente en blanco y todo eso. Era invierno y el sol me calentaba con la ternura de una manta de cuadros en un sofá. Me quedé dormido. No sé cuánto tiempo estuve sumido en una inconsciencia en la que logré no soñar con nada. Sí recuerdo que me desperté temblando de frío. Se ha nublado, pensé. Sin embargo, al abrir los ojos, observé que el cielo seguía despejado y que lo que se interponía entre el sol y mi cuerpo era una enorme vaca blanca. El animal me miró fijamente unos segundos y, después, se dio la vuelta y se tumbó mirando al mar. Yo me incorporé y me senté a su lado. Ninguno de los dos dijo nada. Y era como si fuésemos viejos amigos.

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