miércoles, 18 de noviembre de 2009

142.- Contrastes.
Oiga, este agua está sucia, dije. El camarero acercó a la jarra de agua el frasco de aceite turbio de aliñar ensaladas. Callamos, pero no bebimos. La sed retenía las palabras de despedida. Apenas hablamos. Poco después el tren daba una sacudida y ella marchaba. Anochecía. El monte recortado en el cielo. Nunca lo había visto tan claro. Como el agua, dijo ella días después, cuando volvimos a encontrarnos y se lo conté. Como el agua no, contesté, como el agua junto al aceite. Estábamos al sol de una terraza y todo estaba velado por una película blanquecina que difuminaba los contornos. Tanta luz…

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