lunes, 16 de noviembre de 2009

76.- Estoy solo
La calle se alargaba y se estrechaba. Eso era desde donde él la veía, la columbraba más exactamente. Inició la ruta en la estrechez de la calle. Le sorprendió comprobar que no era tan larga como le parecía, y que tenía menos curvas de lo que su mente había percibido desde el fondo, cuando se adentró en ella.
Tras un recorrido no muy largo alcanzó un vacío, como una catarata de alquitrán, y se dejó caer calle abajo, con los brazos abiertos y los hombros y la cabeza hacia atrás, como tragando el viento, sin ver el final, hasta que alcanzó una estatua a la que preguntó: ¿bailas?, pero la mujer, con una mano en la cabeza y otra en la cintura, mirando al sur, y con la boca en forma de “o” mayúscula, solo llegó a decir: “sostente sin tirarme”.

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