14.- Madrugada lúgubre
Nunca había pasado por allí.
El suelo es una mezcla de fango y piedras en el comienzo de la calle del Sol. Anda pesadamente sorteando las primeras evidencias de la obra que la espesa niebla apenas le deja distinguir.
Pronto sus pasos devuelven ecos, y entre el claroscuro se encuentra a un hombre con cabeza de perro y pose bizarra. Una ventana rota cerca de allí le impresiona y empieza a sentirse observado.
El pistolero le vigila, efigies de diosas le escrutan, un demonio le mira y se ríe mientras una vieja
noctámbula satisface su curiosidad. La inseguridad se apodera de él. Avanza.
Trastabilla de puro nerviosismo junto a la librería. El maniquí del interior se torna amenazador y él huye de allí. Oye el estruendo de una moto acechándole.
Corre. Las ricas cristaleras, las vallas y los puntiagudos pináculos pasan deprisa. Llega al final.
¡Está a salvo!
¿O no?
Nunca había pasado por allí.
El suelo es una mezcla de fango y piedras en el comienzo de la calle del Sol. Anda pesadamente sorteando las primeras evidencias de la obra que la espesa niebla apenas le deja distinguir.
Pronto sus pasos devuelven ecos, y entre el claroscuro se encuentra a un hombre con cabeza de perro y pose bizarra. Una ventana rota cerca de allí le impresiona y empieza a sentirse observado.
El pistolero le vigila, efigies de diosas le escrutan, un demonio le mira y se ríe mientras una vieja
noctámbula satisface su curiosidad. La inseguridad se apodera de él. Avanza.
Trastabilla de puro nerviosismo junto a la librería. El maniquí del interior se torna amenazador y él huye de allí. Oye el estruendo de una moto acechándole.
Corre. Las ricas cristaleras, las vallas y los puntiagudos pináculos pasan deprisa. Llega al final.
¡Está a salvo!
¿O no?
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