jueves, 12 de noviembre de 2009

25.- LA CORONA DE MARGARITA
Después de mi convulso matrimonio, busco momentos de plenitud en la contemplación de este horizonte cántabro, también él, bravío y convulso.
A veces pierdo la noción del tiempo. Entonces me adormilo rastreando los momentos felices de los años conyugales. Siento los dedos de Margarita hurgando en las oquedades de mi cuerpo, en los intersticios del placer que sólo ella supo encontrar. La piel se eriza de puro goce remembrando su aliento sobre mi boca, la lengua bulliciosa en los oídos, los pechos turgentes ofreciéndose como ambrosías... Pero el gozoso ensueño pronto se convierte en pesadilla. En su aliento capto los vahos de otros hombres, en su lengua, restos de salivas ajenas. Hasta sus pechos se me presentan macerados por el sobeteo de los múltiplos amantes.
Y ahí me tienen recién sobresaltado. Coronado para siempre con las astas del cornudo... por la incontinencia de mi amada Margarita.

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