57.- LOCOS
“¿Sabe que en este pueblo ya no hay locos?”
El camarero me miraba fijamente, con unos ojillos de niño que brillaban en su rostro surcado de arrugas.
“Aquí, en Chile, tras el golpe militar se impuso un toque de queda bien duro. Las calles estaban prohibidas al caer la noche, y las patrullas recorrían el pueblo con órdenes de disparar sin contemplaciones a quien anduviera fuera de casa.”
“La gente corría a encerrarse en casa al empezar a oscurecer... pero los locos salían en medio de la noche. Aquellos chiflados no podían resistir vaya a saber qué impulso y salían a pasear bajo las estrellas. Los soldados los mataron a todos”.
El tipo fue a atender a otro cliente y al volver me dijo con una media sonrisa de chiquillo travieso:
“Así que, ya ve, desde entonces en este pueblo ya no hay locos”.
“¿Sabe que en este pueblo ya no hay locos?”
El camarero me miraba fijamente, con unos ojillos de niño que brillaban en su rostro surcado de arrugas.
“Aquí, en Chile, tras el golpe militar se impuso un toque de queda bien duro. Las calles estaban prohibidas al caer la noche, y las patrullas recorrían el pueblo con órdenes de disparar sin contemplaciones a quien anduviera fuera de casa.”
“La gente corría a encerrarse en casa al empezar a oscurecer... pero los locos salían en medio de la noche. Aquellos chiflados no podían resistir vaya a saber qué impulso y salían a pasear bajo las estrellas. Los soldados los mataron a todos”.
El tipo fue a atender a otro cliente y al volver me dijo con una media sonrisa de chiquillo travieso:
“Así que, ya ve, desde entonces en este pueblo ya no hay locos”.
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