lunes, 16 de noviembre de 2009

56.- Esperanza
La tenue luz de una solitaria farola ilumina el suelo empedrado, lleno de charcos que la lluvia ha ido dejando durante todo el día de forma suave y obstinada. Carmen y José suben desde Puertochico por la calle del Sol. Caminan juntos, casi pegados, refugiándose debajo de los balcones y los aleros del agua que irrumpe en pequeñas riadas desde los tejados. Ha sido una jornada larga desde que el avisador les despertó al amanecer. Ella, envuelta en mil refajos, lleva una canasta de mimbre en la cabeza repleta de pescado. El, cansado, avanza cabizbajo. Pasan por delante del bar, camino de casa y desde fuera la ven, acodada en la barra, ensimismada y triste, enjuta y desamparada, vestida con sus mejores ropas, tan frágil como la flor que tiene entre sus dedos, esperando, siempre esperando a que su marido y sus hijos, pescadores, vuelvan de la mar.

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