lunes, 16 de noviembre de 2009

82.- Compartiendo soledades
Las emociones del solitario son siempre más intensas que las del sociable. Surgen en su mente ideas osadas, caprichosas. Inventa realidades. También tiene cabida lo irracional, lo incontrolable y se cree sus fantasías. No hay una segunda opinión, ni tercera. El solitario se siente librepensador, crea sin miedo y sin tapujos. Pero sin compartir, sin contar con esa segunda opinión, ni con la tercera. En la soledad habita el atrevimiento, se improvisan moralejas, importa el ritmo y se puede repetir. Pero los razonamientos dañinos fabricados en soledad se enganchan y enredan sin que nadie ayude a deshacer el nudo. Es en contacto con los sociables cuando se trenzan nuevas versiones a partir de individualidades, uno es parte del cordel. Será que no hay que estar demasiado tiempo solo ni demasiado tiempo rodeado. Ahora bien, ¿se puede elegir cuánto tiempo es demasiado?

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