jueves, 12 de noviembre de 2009

32.- Cupón de los ciegos.
Pertenecía a aquellas fragancias que no necesitan olerse, un aroma tan sólido que se mascaba. Gigantesca diana que imantaba todas mis sensaciones en su única dirección, acaparando todos los puntos cardinales…vanidoso y egoísta olor, dictador de mis querencias.
Humilde humo del cigarrillo que aplacó su tabaco para permanecer mudo, permitiéndome bucear en aquella explosión tenue de piel de hembra. Incómodo momento si no fuese por mi impedimento. Recurrí a él, una vez más, para atrincherar mi pudor y así exponerme a pleno pulmón a aquel azote de vértigo.
Una vez repuesto de aquella resurrección de entre los muertos, aún pendiente de caladas y de tragos aplazados, la chica me compro el cupón…..

No hay comentarios:

Publicar un comentario