64.- Roser y sus dos mundos de ficción
Yo siempre quise tener una casa, un jardín dónde plantar y cuidar mis rosales, y un hombre que me acompañase los días de lluvia. Y mi sueño no se cumplió. Vivo en un apartamento alquilado en la calle del Sol, tengo una maceta en el balcón con un geranio triste, y no recuerdo la última vez que los cristales se humedecieron con la lluvia. Hoy cumplo años, siento que necesito encontrar con urgencia tierra mojada y fértil bajo mis pies, pero una impertinente sequía de abrazos, me ha regalado una docena de rosas y un vodka con limón. Al caer la tarde, he cerrado los ojos y he imaginado que un amor cualquiera me protegería del frío y de la soledad. Y a mí que, siempre me gustaron las flores, me llamaron Roser, y no crecí en una casa heredada con un gran jardín y un abrigo de rosas, esperándome.
Yo siempre quise tener una casa, un jardín dónde plantar y cuidar mis rosales, y un hombre que me acompañase los días de lluvia. Y mi sueño no se cumplió. Vivo en un apartamento alquilado en la calle del Sol, tengo una maceta en el balcón con un geranio triste, y no recuerdo la última vez que los cristales se humedecieron con la lluvia. Hoy cumplo años, siento que necesito encontrar con urgencia tierra mojada y fértil bajo mis pies, pero una impertinente sequía de abrazos, me ha regalado una docena de rosas y un vodka con limón. Al caer la tarde, he cerrado los ojos y he imaginado que un amor cualquiera me protegería del frío y de la soledad. Y a mí que, siempre me gustaron las flores, me llamaron Roser, y no crecí en una casa heredada con un gran jardín y un abrigo de rosas, esperándome.
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