lunes, 16 de noviembre de 2009

84.- MÍA
Todo empezó con aquel cruce de miradas en el bar “Rubicón”. Nunca antes en mi vida me había impactado tanto la presencia de una mujer. El pulso me aumentó con rapidez al contemplar su profunda mirada, la gracia de su silueta, su elegante caminar. Pensé que era algo que sólo ocurría en las películas, pero, por una vez, comprobé que los flechazos existían realmente. Ahora mi mejor amigo acaba de morir en mis manos. Resulta increíble que el amor pueda derivar en una furia tan intensa, tan incontenible. No debió mirarla. Yo la había visto primero. Me quedé pensativo en el baño un buen rato, mirando cómo discurría la sangre por el lavabo. Por un lado, me arrepentía. Por otro, creía haber hecho lo correcto. Había terminado al fin la larga disputa. Era mía. Sólo mía. Y así sería por siempre. Como en las películas.

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